lunes, 4 de junio de 2007

Descubren la tercera catarata más alta del mundo en la Selva Amazónica de Perú




Oculta a extraños por la leyenda de una sirena rubia de belleza indescriptible, la tercera catarata del mundo por su altura ha sido descubierta por un explorador alemán en el corazón de la Selva Amazónica peruana.
Inexistente en los mapas, y desconocida para todos, excepto los habitantes de pequeñas comunidades cercanas, la magnífica cascada lleva el nombre de Gocta, que es el del poblado más próximo. Es gigantesca y se le puede ver desde un kilómetro, pero hasta ahora pocos se han atrevido a acercarse, por miedo a las poderosas leyendas locales.
La gente de la zona dice que una bella sirena rubia que habita entre las aguas resguarda un precioso cáliz de oro y lanza una maldición a quien se atreva a acercarse más de la cuenta a sus dominios. La leyenda añade que de cuando en cuando aparece una serpiente gigante que mora en la principal fuente de los rápidos y es a su vez celoso guardián de la sirena.
Desde tiempo inmemorial la leyenda ha desalentado a quienes tratan de acercarse a la catarata, llamada también La Chorrera, aun si se sienten capaces de arrostrar las lluvias torrenciales y la densa vegetación que prácticamente devora el sitio. El terror, inclusive, ha impedido a los aldeanos cultivar las tierras aledañas.
La creencia en el mito se ha reforzado por la reciente desaparición de Juan Mendoza, campesino local de quien se dice que cayó víctima de los encantos de la sirena cuando estaba parado en una de las peñas ubicadas entre la ladera del monte y la cortina de agua. "La gente teme aún acercarse a Gocta, y quienes se han aproximado insisten en que la imagen de Juan Mendoza aparece cuando el clima y las nubes lo permiten", relató la aldeana María Celinda Yalta Reina al diario El Comercio de Lima.



Las aguas caen 771 metros hacia un gigantesco cañón en el corazón de la remota provincia de Chachapoyas, unos 700 kilómetros al norte de la capital peruana. El explorador alemán Stefan Ziemendorff y un grupo de investigadores peruanos realizaron una medición topográfica de la cascada y descubrieron que sólo

es superada por el Salto del Angel, en Venezuela, con 972 metros, y las cascadas de Tungela, en Sudáfrica, con 948. (foto Derecha base de la cascada)



En esta parte de la Selva Amazónica habitó un pueblo conocido como Chachapoyas, entre los años 1000 y 1400. Se les admiraba en toda la zona por haber resistido la conquista de la poderosa dinastía inca. Una fortaleza prehispánica, Kuelep, considerada una maravilla en la región, permanece como reliquia de esa antigua cultura.
Ahora la fortaleza y las cascadas pueden volverse grandes atractivos en la ruta turística de la Amazonia. Por el momento sólo se puede llegar en vehículo a este punto por brechas en mal estado, pero las autoridades regionales tienen interés en que lo antes posible se construyan caminos asfaltados para abrir la zona al mundo por primera vez en su historia.

Las autoridades han solicitado al gobierno peruano que apoye esfuerzos para transformar ese sitio en un enclave para el turismo de aventura. La región es una reserva natural protegida que cuenta con raras especies de flora y fauna.
Se espera que los aldeanos locales supriman sus miedos ancestrales a la cascada con la promesa de los ingresos que generen los visitantes. Tal parece, pues, que a la sirena y a su serpiente guardiana se les agota el tiempo para proteger su preciado tesoro de la codicia de predadores forasteros.

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